MI HISTORIA, MI VOZ
¡Hola! Soy Andrea Vanessa Ruiz Viloria
Pero puedes llamarme Vanessa
Nací el 31 de octubre en Bogotá, Colombia, en el corazón de Ciudad Bolívar. Siendo parte de la Generación Z, crecí con el auge de la tecnología, los memes y el primer internet que nos conectó con programas como Encarta y MSN Messenger. Hoy, mi hogar es Alemania, desde donde puedo explorar el mundo, siempre en busca de nuevas experiencias y conocimientos. Mi camino educativo fue forjado en el Instituto San Pablo Apóstol, un colegio católico con enfoque jesuita donde cultivé valores y una sólida base académica. Gracias a mi dedicación y esfuerzo, tuve el privilegio de obtener la beca "Ser Pilo Paga" del Estado colombiano. Esta oportunidad me abrió las puertas a una educación profesional de calidad, permitiéndome hacer realidad mi sueño de convertirme en Comunicadora Social y Periodista en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Soy una apasionada por los avances de la tecnología, especialmente la inteligencia artificial. Me defino como investigadora por vocación, artista formadora por destino, poeta y escritora por pura pasión, y activista comprometida con la protección y el bienestar animal y ambiental.
Mis Raíces: El Alma del Folclor
Soy la hermana mayor de tres hermanos y la única hija de mi madre, Edalcy Viloria Mesa. También soy la segunda de cinco hijas de mi padre biológico, Álvaro Ruiz Vanegas. Mi padrastro, Lenin Eduardo Centeno Orozco, fue una guía fundamental durante mi infancia y adolescencia. Mis padres y familiares cercanos nacieron en El Banco, Magdalena, una tierra de pescadores y la icónica Piragua, famosa por el Festival Nacional de la Cumbia. Esta región, bañada por el Río Magdalena, está muy cerca de la tierra de Gabriel García Márquez, hogar de las mariposas amarillas.
El Banco también tiene una profunda conexión histórica con Mompox, un lugar clave en la lucha por la independencia de Colombia, donde Simón Bolívar pronunció la célebre frase: “Si a Caracas debo la vida, a Mompox debo la gloria”. El resto de mi familia reside en Valledupar y otras zonas de la Costa Caribe.
Aunque nací en Bogotá, mi cultura es profundamente “costeña”, como se dice popularmente en Colombia, gracias a mis fuertes vínculos geográficos con la Costa Caribe. En mi sangre corre la tradición del folclore, las fiestas populares y el vallenato, un género musical inconfundible por el sonido del acordeón. Mi madre, al emigrar a Bogotá en su juventud, sembró y transmitió en mí la esencia del hogar costeño.
Mi Infancia: Recuerdos y valores colectivos
Mis recuerdos de infancia tienen sus raíces en Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá, donde nací y viví hasta los 25 años. Mis primeros pasos fueron entre la tierra y el barro que las lluvias dejaban en las zonas montañosas de este lugar. Tuve el privilegio de crecer en un entorno con aire fresco, gracias a la riqueza ambiental que ofrecen los cerros del sur de Bogotá, los parques ecológicos y la cercanía al Páramo de Sumapaz, el más grande del mundo.
También tuve la oportunidad de vivir y adaptarme a la diversidad cultural. Al igual que mis padres, originarios de la Costa Caribe y con raíces pescadoras, fui testigo de la migración de muchas familias a la ciudad en busca de nuevas oportunidades. Crecí rodeada de comunidades migrantes de diversas regiones de Colombia, compartiendo juegos populares y lazos con mis vecinos.
Mi interés por las distintas expresiones artísticas surgió del vibrante ambiente de arte urbano que caracteriza a Ciudad Bolívar, un espacio que narra historias de resistencia, lucha, crítica social y política. Este entorno se convirtió más adelante en la fuente de inspiración para mis proyectos sociales y comunitarios. Aquí aprendí a consolidar valores comunitarios y de memoria colectiva, integrándome a una zona marcada por la lucha constante de sus habitantes por transformar la percepción del territorio y construir una comunidad unida y solidaria.
Desde pequeña, mi espíritu emprendedor se manifestó. En mi infancia, vendí los mejores helados de frutas en mi vecindario (¡los de mango fueron un éxito rotundo hasta que mi administración falló y quebré!). Luego, vendí chocolates con diseños propios en el colegio, hasta que la venta fue prohibida. Más tarde, en la universidad, vendí golosinas y productos populares entre mis compañeros, hasta que llegó la pandemia.
Mi afición por los animales ha sido una constante en mi vida. Durante mi infancia, conviví con loros, gallinas, palomas, patos y otros animales propios de la vida rural y doméstica.